Hoy por alguna razón que no recuerdo pero que debe estar alejada de la casualidad comencé a investigar sobre algunos estudios de teatro musical, stage management y producción artística, de entrada debo decir que me despertó ese hambre voraz por el campo de las ideas que hace bastante tiempo no sentía, asumo que estaba en camuflaje debido a que uno termina volviéndose parte de un sistema productivo que en realidad de productivo no es que tenga mucho, nos volvemos dignos de cualquier personaje del principito donde bien sea que contemos estrellas que no nos pertenecen pero son nuestro tesoro y principal obsesión, o que apaguemos y prendamos un farol mecánicamente sin conocer si quiera su utilidad pero es el trabajo que debemos cumplir se convierte en el motor de nuestras vidas sin detenernos a cuestionar la funcionalidad de nuestro esfuerzo tanto para nosotros mismos como para eso que llamamos sociedad pero que preferimos ignorar.
En un idioma más claro, se ha vuelto más importante la matemática para que cuadren los presupuestos económicos del mes que adentrarse en ese mismo mundo mágico pero más profundo que llamamos música, la cual no es más que la misma matemática pero con alma y que debería ser nuestro principal aliado al momento de crear, no de copiar, ¡de crear! Porque al fin y al cabo ESO es lo que hace un artista y nosotros nos jactamos de decir que hacemos arte.
Me detengo en este punto porque siento que escribir sobre el quehacer de mi profesión termina siempre en un momento de catarsis que si bien es necesario creo ya que hay que avanzar en propuestas más que revolcarnos en un charco de quejas e inconformidades que todos conocemos bien porque las vivimos, las aceptamos y las reproducimos sin un mínimo de esfuerzo por poner en práctica la consciencia que tanto esperamos del colega. Considero que de acuerdo a lo que afirman los psicólogos el primer paso para solventar un problema es reconocerlo y es momento ya de asumir que nosotros somos el problema.
Partiendo de allí recordé una situación que sufrí a diario en la Universidad y es la escasez increíble de registros escritos, críticas, análisis y demás material investigativo en torno al arte y principalmente a la danza el cuál es un arte que se queda en el hecho y le ha costado mucho trascender precisamente por ese miedo y esa pereza del bailarín, coreógrafo, creador , productor e incluso público consumidor de danza de sentar precedentes y dejar registro de lo que es este arte más allá de la experiencia.
En ese sentido y recordando aquella pasión que me ha motivado a tantas cosas dentro del profundo mundo del arte decidí dejar mi aporte, no me considero escritora ni crítica, probablemente esto sólo lo lea yo o dentro de 200 años sea una referencia obligada en alguna Universidad, sólo sé que Isadora Duncan era para muchos una loca, Laban no creo que estuviera tan consciente de lo que sus estudios aportarían a la danza, Noverre celebraba en su cumpleaños lo que es hoy el día internacional de la danza y estoy segura de que mis amados maestros de los que he aprendido tanto, no tienen la más mínima idea de lo que han sembrado. Así que ¿qué tanto? ... puedo escribirlo y hasta olvidarlo o arrepentirme siempre por no haber aportado.
Nos leemos pronto 😉
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