Realmente soy mucho más simple de lo que la gente piensa, y mucho más profunda de lo que otros imaginan, sólo basta conocerme....no entenderme!

martes, 13 de diciembre de 2016

¿Inmigración o castigo?


Siempre he vivido ese fenómeno extraño cuando me gusta mucho un libro de sentir que mi vida se parece en cierto punto a lo relatado en las páginas que ocupan mi atención, he llegado a identificarme tanto que a veces he tergiversado mi propia realidad por encontrarme predispuesta o condicionada a lo que sucede entre líneas.

Sin embargo, jamás pensé que realmente la realidad superara la ficción, y peor aún, que la misma realidad saliera de los relatos y se repitiera quizás no en la misma medida pero si para generar sensaciones muy similares.

Hace días que decidí leer “El diario de Ana Frank”, es un libro que siempre me había interesado por ser un clásico, por sus referentes socio-culturales y por la información histórica que podía brindarme de una manera más “fresca” y directa. Me ha atrapado la manera en cómo una cantidad de personas podían dejar todas sus comodidades y vidas cotidianas para internarse en la más cruel clandestinidad, tener que desaparecer en un país que dejó de reconocerlos, hacerse invisibles como única opción ante tanta barbaridad, conseguir la manera de sobrevivir con entereza y resignación ante una realidad tan asquerosamente injusta y dolorosa, el desprendimiento, la sumisión, la desesperación que no encuentra lugar ni respuesta y decide simplemente callar y no juzgar ni preguntar.

Todo era un simple relato, que aunque sé que fue verdad y que afectó tan cruelmente al mundo, yo podía darme el lujo de cerrar la aplicación , pausar ese mundo paralelo y continuar con mi vida hasta decidir retomarlo. Era eso, hasta que esta tarde recibimos la información de que se estaban realizando redadas para deportar a venezolanos ilegales radicados en la zona de Bávaro en República Dominicana. Por un momento creímos que era un rumor más de los tantos que se han ido regando desde hace meses, pero de repente nuestros teléfonos comenzaron a inundarse de más y más mensajes donde se nos alertaba de la situación y se nos recomendaba no salir de nuestras casas y tener mucho cuidado, se comenzaron a difundir notas de voz dando algunas explicaciones sobre la situación e incluso una conocida hizo saber que se había acercado a la sede de POLITUR (Policía de Turismo) y había constatado la veracidad de lo que ocurría, decía que había personas llorando y gritando desesperadas porque los iban a deportar.

Posteriormente supimos que habían ingresado en dos restaurantes venezolanos bastante conocidos y que habían detenido a todos los trabajadores, comenzó la zozobra y el recuento mental de todos aquellos conocidos que trabajan en esos locales o en algunos similares, entender que no sólo era verdad sino que estaba más cerca de lo que imaginábamos, gracias a Dios no hubo el caso de ningún conocido cercano.

Es descriptivo del gentilicio venezolano esa jocosidad y hasta poca seriedad con la que tomamos las cosas por más importantes o graves que sean, a todo le damos la vuelta y le conseguimos instintivamente el lado amable o divertido , lo cual siempre nos ha dado la sensación de aliviar nuestras cargas aunque en realidad todo siga igual e incluso peor, es algo que realmente no está bien pero tampoco mal, simplemente nos define. Eso no quedó de lado hoy ante la creciente situación , se hacían chistes como “pensé que te habían deportado” o el que particularmente hice yo: “si me deportan mejor porque me ahorro el pasaje a Venezuela”, pero entre esa aparente atmósfera de normalidad venezolana, había algo que no estaba bien, se comenzaba a notar preocupación en las miradas, piernas intranquilas, el envío de mensajes y nota de voz , la búsqueda de información y hasta la formulación de hipótesis sobre qué hacer si éramos deportados o como evitarlo, ya va, esto como que es verdad….¿Y ahora?

No puedo creer en qué momento ese delirio de persecución salió de mi libro e invadió mi realidad, comencé a sentir miedo hasta de asomarme al balcón, no sabía si ir a trabajar era buena idea o una gran estupidez, de repente querer escapar o incluso comenzar a trazar planes absurdos para no ser “atrapados”... ¿De verdad? En qué momento me convertí en una prófuga y ni me enteré, ¿es que acaso estoy haciendo algo mal?.

Con todo y el mayor de los miedos decidimos ir a trabajar, había que hacerlo, incluso a propio riesgo hay responsabilidades adquiridas y el show debía continuar. No puedo explicar el miedo que sentí cuando saliendo entre la casa y la autopista vimos aquella patrulla que rotulaba “control migratorio”, mi jefa le dijo al chofer: “señor no se pare” y todos rogamos en secreto volvernos invisibles por un momento.

Fuimos hasta el lugar del show, nos arreglamos como siempre, hicimos nuestro trabajo sin mayores variantes y regresamos a nuestra realidad, aún con risas que en el fondo escondían el verdadero miedo a no saber que pasará.

Debo confesar la rabia y decepción que siento ante la implementación de leyes y reglamentos que ignoran por completo el factor humanitario que debe y no termina de condicionar a la humanidad, me genera ira el hecho de saber que en mi país es incontable la cantidad de extranjeros que llegaron a él en búsqueda de un futuro o un suelo seguro, extranjeros tanto luchadores y productivos que han fertilizado las industrias de mi país como muchos otros que no se han convertido en más que parásitos para el mismo. No puedo entender y no me da la gana de aceptar como en Venezuela se han nacionalizado tantos inmigrantes que han sido considerados hermanos y hoy seamos perseguidos y movilizados cual ganado.

Escuché también comentarios de compatriotas hablando de como el venezolano se ha malpuesto en varios países del mundo , lo cual ha llevado a generalizar y afectar a todos aquellos que estamos fuera de nuestro país trabajando honradamente, pero es que me parece a mí que ese tampoco debe ser el criterio ya que esa óptica nos desmejora aún más ante la vista externa, debemos como gentilicio y cultura ser cada vez más fuertes, unidos, orgullosos de nosotros mismos y valorarnos para que así el resto pueda construirse una mejor opinión ante nosotros, si nos ofendemos nosotros mismos...qué quedará para el resto.

En fin, no sé si este escrito sea sólo un instrumento de catársis, si lleve a alguna reflexión o sente las bases para alguna discusión, sólo sé que sea 1944 o 2016, escriba Dubraska Bolívar o Ana Frank, seguimos siendo víctimas de una realidad racista, excluyente, egoísta y maltratadora que no entiende que los límites entre nosotros mismos nos alejan cada vez más de merecer el nombre de SOCIEDAD.


DUBRASKA BOLÍVAR

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